Una de las características del ser humano es su necesidad de relación de encuentro. Nadie va por la vida solo, vamos acompañando a otros y vamos siendo acompañados por otros. En esos encuentros nuestra vida va adquiriendo significados nuevos, se va enriqueciendo, se nos va abriendo la mente y el corazón, nuestra visión de las personas y de los acontecimientos se va ampliando.
En el evangelio de este tercer domingo nos encontramos con un relato muy conocido, con la historia de un encuentro: el encuentro de los dos discípulos de Emaús, desalentados por el fracaso de la muerte de Jesús, con Jesús resucitado. Un encuentro que parte de la escucha de aquello que les preocupa y les impide ver con claridad.
Jesús, como buen Maestro, parte de la realidad de los dos discípulos y, desde ahí, les va acompañando hacia una realidad nueva, de la que los discípulos siguen siendo protagonistas, una realidad que los convierte en testigos.
¿Qué dice el relato de este domingo?
Dediquemos unos momentos a la reflexión y a la oración
Rezando voy: Quédate conmigo, Señor
Rezando voy (infantil): Encontrarte en mi camino
Más recursos en:
Tiempo de… silencio y encuentro: Abrir los ojos y el corazón
Dejemos que Jesús sea nuestro compañero de camino.
Deja una respuesta