QUINTA SEMANA DE CUARESMA
La parábola del buen samaritano es uno de los mejores ejemplos que el Evangelio nos ofrece de la misericordia; ese amor capaz de acercarse al otro en su dolor, en su incapacidad; acercarse desde la confianza, dejando a un lado prejuicios.
La misericordia nos desinstala, nos saca de nuestra zona de confort, nos hace salir de nosotros mismos y salir al encuentro de la necesidad del otro.
El papa Francisco en el número 15 de la bula Misericordiae Vultus nos hace una clara invitación a vivir según la parábola del buen samaritano. Nos dice:
¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos.
(…) la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención.
(…) Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.
O en una adaptación a nuestros días que nos invite a salir de la indiferencia:
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